viernes, 9 de diciembre de 2011

Azul y el realismo mágico


Hoy no voy a hablaros ni de Calipso ni de Diana. Voy a hablaros de otra niña (pues niña era): Azul.

Érase una vez una niña que leyó “Como agua para chocolate” y quedó embriagada. La escena de la muerte de los protagonistas, perdidos en un volcán de fuego y pasión, (pero no metafórico, sino real, con lava ardiente que destroza todo a su paso) prácticamente la llevó a un éxtasis literario. Desde ese momento soñó con algo así para ella, o siquiera parecido.
Por eso, nunca se dejaba nada, se dejaba llevar con gusto por la pasión, sin cuerdas ni mesura. Gritaba y gemía. Los ojos cerrados, la mente en blanco, la garganta seca y su centro húmedo. Mordiscos y caricias en el baño de la Universidad. Sube la temperatura, se empañan los espejos sucios. Las manos se afanan y se lían. La tapa bajada, marcas de pies en las pareces. El brillo rojo del detector de humos. Pestillo, botones, cremallera, falda. Una sensación de electricidad que sube, y sube. No hay respiraciones, ambos contienen el aliento, el segundo de antes del clímax. No hay “shh” que valga. Mordiscos. Una, dos, embestidas. Cabeza hacia atrás. Ímpetu, pasión y fuego. El orgasmo llega entre pitidos de la alarma de incendios y la lluvia artificial del detector de humo. Con los ojos cerrados y la cabeza un poco perdida, la niña Azul sonríe, con los jadeos de su chico en el cuello. “El fuego de nuestra pasión encendió la alarma” piensa. “Puede pasar de verdad”… y suavemente rió. Lo que no sabe y nunca sabrá es que su chico ha sido el que activó la alarma. A propósito. Mojados por dentro y por fuera, él solo sonríe, sabiéndola feliz a ella, sosteniéndola contra la pared.


No hay comentarios:

Publicar un comentario