sábado, 12 de marzo de 2011

Calipso no está sola (II)

Calipso tenía una especial obsesión por la letra S. Le parecía simple y simbólica al mismo tiempo, sutil y sugerente. Cuando no tenía nada que hacer (que era siempre) pintaba con acuarelas largas "s" en las paredes, o frases: “Siempre será soñadora solitaria sentada sobre sus sandalias”. Calipso era la delicia de cualquier psicólogo. Ella sólo iba una vez.

Un día de marzo Diana y Calipso estaban sentadas en el césped. Mientras arrancaba la hierba a puñados, Diana le contó atropelladamente (como casi siempre) su obsesión enfermiza por los números impares. Calipso no dijo nada, pero sonrió y dibujó una “s” en el cielo. Como siempre también, una lágrima tonta colgaba de sus pestañas.
-¡Ya deja de gimotear!
Calipso sonrió, triste, mientras las lágrimas corrían por su cara.
-Eres una tonta llorona, ¡ten algo de fuerza, joder!
Calipso dejó de llorar, conteniéndose como una señorita. Hasta la alegría era trágica. Por su parte, Diana odiaba que después de llorar Calipso siguiera tan perfecta como si no hubiera pasado nada. Aunque tal vez se debiera a que estaba siempre llorando, y ya se había acostumbrado.
A Calipso le encantaba que Diana dijera palabrotas.
-Vamos a comer unas palomitas.
Era lo único que tenían en común.

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